Es que él tiene esa magia; la facultad curadora que poseen los ángeles y que tanto necesitamos cada día. Él me ha hecho conocer sentimientos que no estaban en mis libros. Ha llegado con un cargamento de nuevas sensaciones, emociones desconocidas, pero de alguna manera imaginadas, al ver las caras de los padres cuando muestran con orgullo los frutos de sus amores. Esa carita inocente que hace miles de muecas, me ha hecho mover músculos que no sabía que tenía.

Hay que ver mi cara cuando lo veo reírse. Seguramente José Domingo debe pensar: “qué cantidad de muecas sabe hacer mi papá”. En fin, es un mundo completamente nuevo, visto muchas veces desde afuera, sin involucrarme, pero vivido hoy a plenitud, con todo lo que significa esta nueva vida que ha llegado a llenar todos los espacios de nuestra casa.

Él no sabe nada. No tiene idea de que la gasolina está por las nubes. No sabe que los estudiantes se tomaron la universidad y que Chile quedó eliminado del mundial Japón-Korea. Ni siquiera sabe lo linda que se ha puesto su madre. La cara de amor con que lo mira es otro espectáculo de la naturaleza.

Ahora, mientras duerme, yo pienso en su futuro y le preparo el camino. Quiero que cuando comience a enterarse de todo, esté preparado para hacerle frente. Mis besos son una vacuna contra los males que le esperan. Mientras más le dé, menos sufrirá cuando le toque lo suyo. Ahora permiso, que le voy a dar uno grande, para cuando sepa leer los titulares en los periódicos.